Sobre estafadores y (casi) estafados

shutterstock_124904123Leyendo esta mañana El Comercio me encontré con un aviso de una compañía minera en el que informaba que un tal Arturo Rodríguez no era trabajador de dicha empresa ni contaba con poderes para su representación y tampoco tenia vínculo comercial como contratista, consultor o socio estratégico. Esto me recordó un episodio reciente y fui a mi escritorio a revisar mis papeles. Sigue leyendo

Daño colateral

shutterstock_129734645Los comentarios de un personaje público pueden tener efectos inesperados, muchas veces desagradables, sobre ciudadanos comunes que de pronto tenemos la necesidad de interactuar con gente que nos siente, de alguna manera, una extensión de dicho personaje, y por ello pasibles de ser receptores de los sentimientos provocados por lo que dijo. Si se trata de una situación de por sí confrontacional, la falta de buen juicio puede sembrar reacciones hostiles que corren el riesgo de derivar en hechos violentos. Y en el extranjero, esto se siente con más fuerza, ya que por más empatía que encuentre alrededor, uno nunca dejará de ser minoría. Sigue leyendo

El saco

panoramica de bogota

Bogotá es la capital latinoamericana a la que con más frecuencia he llegado. Recuerdo la primera vez, hace más de quince años, cuando me recogieron del viejo aeropuerto El Dorado en un auto blindado y el conductor me contaba cómo ese mismo vehículo había sido emboscado y le habían lanzado una bomba «justo del lado del pasajero, donde ahora está usted». Desde entonces mucho ha cambiado. La violencia urbana que había impuesto el binomio narcotráfico – guerrilla fue replegándose conforme el Estado recuperaba la iniciativa. Además, alrededor de la vuelta de siglo dos alcaldes, Antanas Mockus y Enrique Peñaloza, transformaron el concepto de la ciudad y supieron hacer gestiones eficientes que generaron sentimientos de autoestima, corresponsabilidad y respeto entre sus habitantes, los «cachacos». Pero todo en la vida es pendular, y Bogotá está creciendo más rápidamente que la capacidad de sus gobernantes, amenazando con instalar entre sus ciudadanos una actitud de desconfianza y frustración que los limeños, lamentablemente, conocemos de sobra.

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