Blasfemia y Manipulación

AhokUna de las razones que me animaron a volver a escribir fue conocer del intento del congresista Carlos Tubino por promover una ley buscando proteger la libertad religiosa, abriendo la puerta a que todo aquel que se sienta ofendido por expresiones contrarias a su fe pueda elevar una denuncia que eventualmente podría llevar al supuesto ofensor a la cárcel. Eso me recordó el caso de Basuki Tjahaja Purnama (foto), el ex gobernador de Yakarta, más conocido como Ahok, actualmente purgando prisión por el delito de blasfemia.

La historia se enmarca en la última campaña para elegir al gobernador (alcalde) de Yakarta. Ahok, en ese momento el gobernador en funciones, buscaba continuar en el cargo. De acuerdo con la acusación, durante un discurso en la isla de Pramuka en setiembre del 2016, Ahok expresó lo siguiente: “Ustedes han sido engañados por el verso 51 del Al-Maidah”. Se trataba de una referencia al quinto libro del Corán, específicamente al verso que dice “¡Creyentes! ¡No toméis como aliados a los judíos y a los cristianos! Son aliados unos de otros. Quien de vosotros se hace aliado de uno de ellos, se convierte en uno de ellos. Alá no guía al pueblo impío”. Siempre según la acusación, Ahok (un protestante descendiente de chinos) había dicho que el libro sagrado de los musulmanes mentía. En consecuencia, se configuraba el delito de blasfemia. En mayo del 2017 fue condenado a dos años de prisión efectiva.

A pesar de que el Sr. Tubino se resiste a plantear ejemplos concretos sobre la aplicación de la ley que promueve, tiendo a pensar que una situación de esta naturaleza (alguien ofendido por considerar que han insultado un libro sagrado para su colectividad religiosa) podría asumirse como un delito. Pero esta historia tiene claroscuros interesantes que voy a plantear desde mi conocimiento de la realidad de Indonesia.

El contexto

Cuando llego por primera vez a Yakarta en setiembre del 2017, me sorprendió que no se pudiera programar nada los viernes porque los hombres dejaban de trabajar para ir a la mezquita al mediodía. Que además, todas las oficinas y centros comerciales contaban con un salón para oración (Musholla) para hombres y otro para mujeres.

Concluí con simpleza que estaba en un país musulmán. Sin embargo, pronto aprendí que, si bien más del 85% de la población profesa esa religión, la nación reconoce oficialmente a cinco confesiones, incluyendo así a protestantes, católicos, hinduistas y budistas (eso sí, a no más de cinco; así que por ejemplo, los judíos o los ateos oficialmente no existen). Esto se refleja en los feriados oficiales, que incluyen tanto la celebración musulmana del Idul Fitri como el Viernes Santo católico, además de los años nuevos chino, musulmán e hindú. La religión es un elemento central en la vida de los indonesios, a tal punto que uno informa a qué confesión pertenece incluso para abrir una cuenta de banco. El 7% del país es protestante como Ahok.

A pesar de ser mayoría, el islam profesado en Indonesia es moderado, algo que el gobierno todavía muestra con orgullo, como una garantía de estabilidad; así se habla de un Islam Nusantara (o Islam del Archipiélago, haciendo referencia a la cualidad geográfica del país). Por ello, cuando uno camina por los centros comerciales de Yakarta lo normal es ver a la gente vistiendo a la usanza occidental, eso sí, con muchas mujeres musulmanas (aunque no la totalidad) cubriéndose el cabello con un velo (hijab), como resultado de una opción familiar (o personal) y no por una exigencia oficial.

Sin embargo, en los últimos años han comenzado a aparecer expresiones más conservadoras del Islam, en muchos casos por medio de escuelas coránicas financiadas por Arabia Saudita. La creciente influencia árabe se puede apreciar también en el diseño de las mezquitas que cada vez con más frecuencia copia diseños de Medio Oriente dejando de lado la arquitectura local. Las pujas entre liberales, moderados y conservadores no son pues privativas de la Iglesia Católica o los grupos evangélicos. Y como veremos más adelante, la búsqueda de espacios políticos tampoco.

Desde el punto de vista étnico, existe una gran diversidad, aunque el 55% se concentra en javaneses y sundaneses, ambos originarios de la isla de Java, la más importante del país. De las otras etnias, ninguna supera el 4%. Los indonesios de origen chino, conocidos vulgarmente como chindos, a pesar de ser casi tres millones, representan sólo el 1.2% de la población. Un dato importante: varios de los grupos económicos más importantes del país pertenecen a esta colectividad.

Ahok era por lo tanto, representante de minorías por partida doble. Este no es un dato menor para entender cómo llega a prisión.

Hagamos un poco de historia.

Sukarno, el líder carismático que encabezó el proceso independentista que llevó al nacimiento del nuevo país en 1945, fue uno de los impulsores del movimiento de los países No Alineados, junto con Tito, Nasser y Omar Torrijos. Mantuvo una postura crítica hacia los Estados Unidos y derivó en un acercamiento gradual hacia la Unión Soviética y China. Ya en la década de 1960 el Partido Comunista de Indonesia (PKI) llegó a ser uno de los más numerosos del mundo. Con la guerra en Vietnam en curso, el temor de una “marea roja” en el sudeste asiático era algo que se hacía cada vez más real desde la perspectiva de los norteamericanos.

Entonces ocurrieron hechos que aún son confusos. El 30 de setiembre de 1965 seis generales indonesios fueron secuestrados, torturados y ejecutados. Los autores decían ser de un movimiento clandestino que defendía a Sukarno y que quería eliminar supuestos militares golpistas pro-occidentales. Suharto, un general que dirigía a los reservistas, tomó control de esta situación, desarticuló el movimiento pero gradualmente se convirtió en el líder de facto del país, desplazando a Sukarno que poco pudo hacer. Así, el nuevo líder presentó a este crimen como parte de una iniciativa del PKI para cometer asesinatos en masa, algo que el partido negó infructuosamente. El PKI fue declarado ilegal, sus miembros y los familiares de éstos fueron perseguidos pare ser asesinados.

Se desconoce la cantidad de muertos, pero algunos estiman que se llegó a superar el millón de personas, configurándose un genocidio del que aún les cuesta hablar a los indonesios. Recuerdo, por ejemplo que en octubre del 2015 mi hija acudió al Festival de Escritores de Ubud en la isla de Bali; uno de los conservatorios versaba sobre los eventos del 1965, incluyendo la proyección de un aclamado documental sobre este tema, llamado The Look of Silence. Las autoridades locales amenazaron con no autorizar el Festival si no se cancelaba este evento.

Nota al margen: una muestra de lo que significó la masacre de 1965 como modelo de represión anticomunista fue la aparición de pintas con la frase “Yakarta viene” en las calles de Santiago en los días previos al golpe de Augusto Pinochet.

Sukarno, poco a poco fue perdiendo poder hasta ser completamente reemplazado por Suharto, quien fue oficialmente elegido presidente en 1968, quedándose en el cargo durante tres décadas. Es considerado uno de los gobernantes más corruptos de la historia, como parte de una lista en la que también figura un presidente peruano.

Los eventos de 1965 afectaron de manera especial a los chindos, pues se les acusaba de ser leales al Partido Comunista Chino, y por lo tanto traidores a la patria. Miles murieron, y si bien el número no fue proporcionalmente muy grande en comparación con el total, el impacto sobre esta colectividad dejó una huella imborrable, pues la motivación para estos asesinatos incluyó un criterio racial además del político.

Conforme Suharto ganaba poder, los chinos indonesios fueron experimentando diversas maneras de segregación. En 1966 las escuelas chinas fueron clausuradas; ese mismo año, los chinos fueron obligados a dejar de usar sus nombres y adoptar otros que suenen como si fueran indonesios. La mayoría de chinos indonesios adoptaron un perfil bajo y se dedicaron al comercio, evitando participar en la vida política del país. Sin embargo, no dejaron de ocurrir episodios de violencia, como el incendio de tiendas en Glodok en 1974, siguiendo a unas protestas contra la corrupción del régimen.

En 1998, luego de años de patente estabilidad, la crisis económica golpeó duramente el país, provocando la caída de Suharto. Una nueva ola de protestas terminó en ataques a comercios de ciudadanos de origen chino, a quienes se les volvió a acusar de acumular la riqueza del país. Un amigo de mi hijo nació en Singapur ese año, como efecto de esta nueva hola de racismo.

Afortunadamente, desde el regreso a la democracia, la situación se fue normalizando. El poder económico de la República Popular China y su acción mucho más activa en defensa de sus descendientes llevó a moderar el discurso. Además, capitales chinos empezaron a llegar al país, participando en grandes proyectos de inversión. El legado cultural de los descendientes de chinos es mostrado ahora con orgullo, el Año Nuevo Chino es todo un acontecimiento comercial, con feriado incluido. Sin embargo, muchas familias han desarrollado planes de escape, viviendo cerca al aeropuerto o en urbanizaciones frente al mar. Han enfrentado problemas muchas veces como para confiar que nunca más ocurrirán.

El año 2014 se llevaron a cabo elecciones generales en Indonesia. En ella participaron dos candidatos con perfiles diametralmente opuestos: Prabowo Subianto, un antiguo oficial del ejército que llegó a general durante el régimen de Suharto, y Joko Widodo, más conocido como Jokowi, un comerciante de muebles que había sido gobernador de la ciudad de Solo y que luego asumió ese cargo en Yakarta. Mientras Prabowo representaba el orden, Jokowi enarbolaba la bandera de la honestidad. Luego de una ardua disputa que incluyó acusaciones falsas de grupos conservadores de que Jokowi no era musulmán sino un “cristiano que no había salido del clóset”, el triunfo fue para el carpintero, representando un duro golpe para el establishment del país,

Volvamos a Ahok

Jokowi había ganado las elecciones para gobernador de Yakarta el 2012, llevando como segundo de su lista a Ahok. Al asumir la presidencia del país, éste toma su lugar en la dirección de la ciudad. Al igual que su mentor, insistió en luchar contra la corrupción, enfrentándose a grupos de poder acostumbrados a conseguir contratos a base de coimas. La ciudad, mostrando una apertura que presagiaba buenos vientos de madurez cívica y tolerancia, aprobaba su gestión y no daba importancia a sus orígenes étnicos ni a sus creencias, a pesar de algunas voces radicales. Cuando llegó el momento de renovar los cargos, postuló para continuar como gobernador. Ahí empezaron realmente los problemas.

Los otros dos candidatos eran musulmanes. Agus Yudhoyono, un joven militar retirado con estudios en Harvard, hijo del ex-presidente Susilo Bambang Yudhoyono, y Anies Baswedan, profesor universitario y ministro de educación durante el gobierno de Jokowi.

Grupos conservadores redoblaron la presión contra Ahok, cuya popularidad superaba la de sus contendores. El Frente de los Defensores Islámicos (IDF) insistía en que una ciudad de mayoría musulmana no podía ser gobernada por un kafir (un no musulmán). Por otro lado un general del ejército llegó a comentar que Ahok “debía conocer su lugar para que los chinos indonesios no afronten las consecuencias de su decisión”. Jokowi, por su parte, tomó distancia, invocó mesura pero evitó ser parte de la confrontación.

Ahok adoptó como símbolo de campaña una camisa a cuadros azules, rojos y blancos, la que se hizo muy popular y no era extraño verla en personas de diverso origen en los centros comerciales de Yakarta. Recuerdo una reunión con unos amigos indonesios donde una de las invitadas, activa miembro del comando de campaña, regaló bufandas tricolores a todos los asistentes. Era una campaña optimista, de gente convencida que apoyaba la modernidad y la lucha contra el oscurantismo.

Y llegó el fatídico 27 de diciembre del 2016 en Pramuka, un pequeño promontorio que forma parte de un archipiélago conocido como Pulau Seribu (Mil Islas) situado al norte de Yakarta. En este lugar, Ahok dio un discurso en el que acusó a ciertos grupos radicales que manipulaban el Corán para convencer que no se debía votar por él por no ser musulmán. “Ustedes han sido engañados por quienes hacen una cita incorrecta del verso 51 del Al-Maidah”, fue lo que realmente dijo. Pero un sujeto llamado Buni Yani grabó este discurso, alteró el video para dejar mal a Ahok y lo subió a Facebook. Algunos clérigos radicales, a pesar de saber que se basaban en información tergiversada, cargaron contra Ahok y ejercieron presión para que fuera acusado por blasfemo. De esta forma, el candidato favorito pasó de acusar a gente que manipulaba el Corán, a acusar al propio Corán y ser denunciado ante la policía.

Según algunas interpretaciones, este verso hace referencia a los inicios del Islam, cuando grupos musulmanes en la ciudad de Medina habían establecido acuerdos de mutua defensa con tribus que profesaban otras religiones y que vivían en la misma ciudad, pero éstos a su vez estaban en conversaciones con otras tribus en extramuros, constituyendo una amenaza para los musulmanes y creándose un conflicto de intereses. Este verso aparece a raíz de que se le pide a uno de los líderes musulmanes que cancele sus alianzas pero él se niega. Se trataba pues de una situación concreta de amenaza bélica que no tenía que ver con un país donde la tolerancia es la norma habitual de convivencia.

Si nos remitimos a lo dicho realmente por Ahok, él alertaba contra la manipulación tendenciosa de este verso que mostraba una aparente prohibición expresa del Corán a que los musulmanes tengan como líder a alguien que no sea de la misma religión (específicamente cristianos o judíos), buscando desacreditar su candidatura.

La Ley contra la Blasfemia, emitida por Decreto Presidencial Número 1/PNPS de 1965, reglamentada con el artículo 156.a del Código Penal  sentencia a cinco años de prisión “a quien expone intencionalmente en público o comete un acto:

  1. que es esencialmente hostil, abusivo o difamatorio de una religión en Indonesia;
  2. con la intención de que las personas no se suscriban a una religión que tenga la creencia en un Dios Unico Supremo”.

De acuerdo con Amnistía Internacional, esta ley prácticamente no se usó durante el régimen de Suharto, caracterizado por una fuerte censura, y por lo tanto con escasa espacio para la divulgación de temas polémicos. Pero el 2005 y el 2014 fue empleada en más de un centenar de casos, siendo Ahok la primera autoridad que ha recibido una condena bajo esta ley.

El proceso electoral siguió su curso, mientras en paralelo se llevaba a cabo el juicio. A pesar de todo, Ahok ganó la primera vuelta con el 43% de los votos, seguido de Anies con el 40%. Ya en la segunda vuelta llevada a cabo el 19 de abril del 2017 fue evidente que la acusación había hecho mella, pues Ahok obtuvo prácticamente la misma votación, mientras que Anies pudo sumar los de Agus, el tercero en contienda. A pesar de que se había hecho evidente de que todo empezó con una grabación manipulada, el temor a lo diferente prevaleció y la idea de que “si el río suena es porque piedras trae” llevó a que otro candidato gane. No se trata de que Anies fuera un mal candidato, pero muy astutamente comenzó a emplear vestimenta más tradicional y a verse rodeado de clérigos conservadores, captando la simpatía de los sectores más radicales.

Uno de los clérigos que más fervorosamente predicaba en contra de Ahok era Rizieq Shihab, líder del Frente de los Defensores Islámicos. Tenía una prédica tan encendida que ya había sido encarcelado un par de veces por alterar el orden público. Este aparente defensor de la fe se vio de pronto en problemas cuando se descubrió que había enviado por WhatsApp unos mensajes subidos de tono a una mujer que no era su esposa, algo penado por la Ley contra la Pornografía, otra de las perlitas del sistema legal indonesio y que posiblemente pondría a muchos peruanos tras las rejas. Antes que creciera el escándalo, Rizieq optó por refugiarse en Arabia Saudita.

El proceso continuó. En los exteriores del juzgado una multitud de seguidores de los sectores más radicales ejerció una presión constante. La defensa argumentó que el juicio se basaba en un video manipulado y que justamente la persona responsable estaba sometido a un juicio por esa razón. La fiscalía por su parte, al final del proceso decidió retirar la acusación de blasfemia y limitarla sólo a la “difamación de líderes del Islam”, de acuerdo con la Ley 156. Sin embargo, los cinco jueces no tomaron en cuenta esta petición y en mayo del 2017 encontraron a Ahok culpable del delito de blasfemia por unanimidad, condenándolo a dos años de prisión efectiva. Pocos días después, tres de esos jueces fueron promovidos, levantando sospechas de un acuerdo bajo la mesa, lo que nunca pudo ser probado.

Ahok decidió en un principio no apelar a la sentencia. Sin embargo, en noviembre del 2017 el infame Buni Yani, fue condenado a dieciocho meses de prisión por violar la Ley de Información y Transacciones Electrónicas al alterar el famoso video. Por ello, en febrero de este año Ahok solicitó a la Corte Suprema de Indonesia la revisión de su condena, pues ésta se había basado en material que se ha reconocido como manipulado.

En cuanto a Rizieq, fue acusado de pornografía poco después de la sentencia a Ahok. El comentario general era que esta acusación hubiera sido imposible si Ahok no era condenado. Como se puede imaginar, no ha abandonado el Medio Oriente.

Comentarios finales

El caso de Ahok contiene elementos que no son ajenos a nuestra realidad: minorías vulnerables, mayorías prepotentes, grabaciones manipuladas, dogmatismo religioso, un poder judicial bajo sospecha. Y no hay que pensar mucho para traer a la memoria ejemplos reales. Ahora, con la Ley Tubino, habría que agregar una legislación retrógrada y un mayor riesgo de usar la ley para silenciar opiniones discrepantes o tumbarse candidatos.

En mis más de cuatro años en Indonesia tuve el privilegio de trabajar con personas de diverso credo y origen. Ni mi familia ni yo fuimos alguna vez discriminados o agredidos. La tolerancia es lo habitual en el día a día, pero situaciones como las aquí descritas muestran que en el subsuelo siempre existen corrientes peligrosas que encontrarán la menor grieta para salir a la superficie y contaminar donde sea posible.

En el caso de Indonesia, algunas leyes posiblemente bien intencionadas que buscaban asegurar la convivencia terminan siendo armas de manipulación. Y no se trata sólo de la blasfemia; la ley contra la pornografía es otra potencial herramienta para desacreditar rivales. Un ejemplo más: en la vecina Malasia se descabezó a la oposición cuando se encarceló a su líder, Anwar Ibrahim bajo el delito de sodomía; mientras tanto, el Primer Ministro, Najib Razak, no ha dado explicaciones satisfactorias de cómo 700 millones de dólares terminaron en cuentas suyas.

Es difícil cuantificar el impacto de la sentencia a Ahok en el progreso político, social y legal de Indonesia, al poner al alcance de la gente una ley que ya se ha utilizado con malas artes para socavar las libertades individuales y afectar la realidad de un país. No le hagamos un daño similar al Perú.

Lima, Marzo del 2018

Retorno

IMG_20180318_191540“He vuelto”, fue lo que pensé al salir del mar agitado y frío de Puerto Viejo, mientras dirigía mi mirada hacia el horizonte, donde suponía que debía encontrarse Indonesia. Eran los días previos al Año Nuevo del 2018, mi segunda semana de un retorno definitivo, luego de mi residencia de cuatro años en Asia. Simbólicamente las aguas de la playa de mi infancia recuperaban su lugar, cedido temporalmente al mar cálido del Indico en Bali y Lombok. Y volví a repetir esa frase cuando me detuve frente al imponente edificio centenario de la ferretería que fue de mi abuelo en la esquina de Próspero con Ricardo Palma, en Iquitos.

Volver es reconectarte con los amigos, con las alegrías y las frustraciones del día a día. Y también con los sabores, el mar y los edificios de la infancia.  Pero además ha significado retomar este blog, un espacio que tuve en silencio por demasiado tiempo.

Estando en Indonesia escribí algunos textos; sin embargo, cuando los releía no me sentía cómodo: al redactar en caliente, volcaba mi estado de ánimo y el producto era una catarsis personal impublicable (incluso inoportuna). Y si los edulcoraba terminaban como una publicación de guía de viajes. Ahora, con cierta distancia emocional y ya en otro contexto, puedo abordar las mismas situaciones con menos aprensión.

Fueron años de los cuales guardo una profunda gratitud por un país que nos acogió y que nos abrió los ojos a realidades que desde el Perú nos son difíciles de imaginar. Y en el camino sucedieron muchas cosas trataré de compartir por aquí. Ojalá lo consiga.