Un escritor colombiano

Mario MendozaEl avión es un excelente lugar para leer. Se trata, lo dije alguna vez, de un lugar en el que (aún) es posible desconectarse y entrar en un ritmo distinto al que, mientras tanto, se desenvuelve en tierra. Depende ya de uno si se dedica a esperar el sacudón que se siente primero en el estómago o se sumerge en una película o un libro. La verdad es que con tanto viaje a lo largo de los años he tenido vuelos dominados por el temor a la turbulencia (especialmente cuando por estar pronto en casa consigo adelantar el retorno y luego, ya en el aire, me pregunto si le habré hecho el juego a la parca), pero en la mayoría he visto películas memorables y he disfrutado de lecturas que han trascendido la sola experiencia del avión. De esto último trata lo que aquí paso a contar. Sigue leyendo

El saco

panoramica de bogota

Bogotá es la capital latinoamericana a la que con más frecuencia he llegado. Recuerdo la primera vez, hace más de quince años, cuando me recogieron del viejo aeropuerto El Dorado en un auto blindado y el conductor me contaba cómo ese mismo vehículo había sido emboscado y le habían lanzado una bomba «justo del lado del pasajero, donde ahora está usted». Desde entonces mucho ha cambiado. La violencia urbana que había impuesto el binomio narcotráfico – guerrilla fue replegándose conforme el Estado recuperaba la iniciativa. Además, alrededor de la vuelta de siglo dos alcaldes, Antanas Mockus y Enrique Peñaloza, transformaron el concepto de la ciudad y supieron hacer gestiones eficientes que generaron sentimientos de autoestima, corresponsabilidad y respeto entre sus habitantes, los «cachacos». Pero todo en la vida es pendular, y Bogotá está creciendo más rápidamente que la capacidad de sus gobernantes, amenazando con instalar entre sus ciudadanos una actitud de desconfianza y frustración que los limeños, lamentablemente, conocemos de sobra.

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