El Comité

—Ya va a ver, hermano, yo la recupero. Es sólo cuestión de estrategia. Las palabras precisas en el momento correcto y le aseguro que la Gacela se ablanda. Lo que pasa es que está confundida; una amiga le ha vendido la idea de que se puede ir a Canadá y que allá consigue trabajo fácil, en poco tiempo arregla sus papeles, estudia arte y hace la plata que no puede hacer en Colombia. Como si el dinero creciera en los árboles.

La voz de Mauricio era enfática, decidida. Guillermo lo observaba a través del espejo retrovisor con una mirada escondida tras sus gafas de montura color vino que destacaban sobre su abundante cabello blanco, lo que le daba la apariencia de científico loco. A su lado, Pablo se dedicaba a revisar los mensajes de su teléfono móvil. El tráfico era lento en esta mañana mientras la camioneta circulaba por la Westheimer Road hacia el centro de Houston. Hacía dos días que habían coincidido en esta ciudad para asistir a un seminario y, como otras veces, se alojaban en el mismo hotel y compartían los gastos del alquiler de un vehículo que se turnaban en conducir, con el placer de no tener el riesgo del cruce inesperado de un micro o una motocicleta, tan habitual en sus países. Un argentino, un salvadoreño, un colombiano y un chileno juntos en un carro, como en esos chistes donde las nacionalidades cambian por conveniencia pero siempre se trata de un avión a punto de estrellarse y falta un paracaídas.

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